5 Razones: ¡Es normal no saber lo que querés!


Para que te des un changüí, te compartimos 5 razones por las que es re normal que no sepas qué es lo que querés... y una punta para tener un poquito más de claridad. Porque para saber primero tenés que permitirte no saber! Ese permiso lo es todo, te invita a encarar la pregunta con curiosidad y sorpresa. Nuestra recomendación: ponete en modo detective de tus gustos y emociones.

Te compartimos un fragmento de un libro que nos llamó muchisimo la atención:

La clave de todo está en conectar con tu deseo. Parece simple, ¿no? Todo el mundo sabe lo que quiere en la vida ¿no? Error! Los deseos son uno de los elementos más aterradores, mal entendidos y descuidados en toda la raza humana, y me atrevería a decir que, para la mayoría de las personas, el sólo pensar en ellos es más terrible que la silla de un dentista sin analgésicos.

Reconozcámoslo: somos verdaderos expertos en identificar lo que nos disgusta, pero no somos lo suficientemente hábiles como para permitirnos identificar con exactitud lo que realmente, reeealmente, queremos, de modo que podamos atraer esas cosas hacia nuestra vida, por el mero gusto de tenerlas.

¿Por qué nos cuesta conectar con el deseo? 

Cuando retrocedemos humildemente al principio de que todo en nuestra experiencia proviene de nuestro enfoque y de cómo nos hemos estado sintiendo, quizá resulte natural que pensemos: "Bueno, querer tal vez esté muy bien para otros, pero yo no voy a empezar a soñar despierto de ese modo, a estas alturas. Mi vida marcha bien, la voy pasando. Así que, ¿por qué ahora debo exponerme a más desilusiones?".

1. Vemos todas las cosas que nos gustaría tener, pero que no tenemos; todos los lugares en los que nos gustaría estar, pero en los que no estamos; las escaleras que nos hubiera gustado ascender, pero por las que no subimos. Cuando muy pocas de las cosas que nos hubiera gustado tener y hacer han aparecido en nuestra vida, como si hubiéramos elegido deliberadamente que nada de lo que nos gusta sucediera, nos preguntamos: "¿Por qué empezar a querer ahora?". Empleamos aquel viejo dicho de: "Entre más quiero, menos obtengo", junto con el otro lado de la misma moneda que dice: "Claro que tengo muchos deseos y muchos 'quiero', pero de ningún modo pero conseguirlos ahora". Es triste decirlo, pero nos han "lavado el cerebro" para hacernos creer que la mayor parte de los "quiero" no sólo son egoístas y autocomplacientes, sino absurdamente imposibles.

2. ¿Recordás cuando estabas en tercero o cuarto año de primaria? Entonces no sólo ya tenías edad suficiente para entender las desilusiones y reconocer el dolor que causaban, sino que ya eras un experto veterano en evitar esos sentimientos. Descubriste a edad temprana que cuanto más querías una cosa, con mayor intensidad sufrías por el dolor de no tenerla. Probablemente sólo dejaste de querer, a menos, desde luego, que tuvieras la absoluta seguridad y garantía de que tus "quiero" se materializarían.

3. Aun antes de eso, cuando eras un pequeño que empezaba a caminar y disfrutaba explorar, te dirigiste tambaleante hacia el brillante florero en el mueble de la televisión y te gritaron: "¡No, no, eso no se toca!" No sólo una vez, ni un centenar de veces, sino unas sesenta mil veces (según dicen los investigadores), durante un periodo de tres años; te dijeron: "¡No, niño malo, eso que quieres no es tuyo!". Para cuando cumpliste cuatro años, lo pensabas muy bien antes de querer mucho algo. Querer equivalía a ser "malo". Y eso no termina con los primeros años: "no" a esto, "no" a aquello, "absolutamente no" a lo de más allá..., parece que todo esto fue lo que escuchaste durante tu crecimiento. 

4. Para cuando llegaste a la preparatoria, te resultaba muy difícil desear realmente algo que fuera más allá de lo socialmente aceptado, como adquirir tu primer auto, asistir al baile de graduación y conseguir trabajo por horas mientras estabas en la universidad. Y que no se te ocurriera desear conocer el mundo mientras encontrabas algo mejor que hacer. Ni se te ocurriera convertirte en millonario al año siguiente. "¡Ridículo! ¡Deja de estar en las nubes!". Así que la mayoría de nosotros hacemos nuestros anhelos a un lado, mientras penetramos en los dogmáticos "deberías" y "tienes que" de la vida adulta.

5. Hemos asimilado el gran dogma que afirma: cuanto más queremos algo que no está en el "libro de reglas de la sociedad", lo más seguro es que no lo consigamos. Soñamos, pero nuestros sueños nunca se hacen realidad. Soñamos un poco más, pero no pasa nada. Pronto nos inclinamos ante la ficticia verdad de que soñar en algo, o querer algo fuera de lo normal (y con frecuencia, hasta dentro de lo normal), no es algo que esté bien visto. Cuanto más lo queremos, peor nos sentimos por no obtenerlo.

Finalmente, a excepción de los pequeños sueños, los que sabemos que son prudentes y accesibles, al paso de los años dejamos de soñar completamente. Y ahí nos quedamos: en el desolado santuario de TododaloMismo, protegidos por la creencia errónea de que si soñamos poco, y no sucede nada, no saldremos demasiado lastimados. ¡Santo cielo, qué forma de vivir hemos escogido!

Fragmento del libro: Disculpa, tu vida te está esperando, de Lynn Grabhorn
* Somos muy curiosos, muy lectores, muy consumidores de inspiración.
Lo que nos llama la atención, te lo vamos a compartir porque lo que hace bien se comparte! 

Esto se transforma haciéndote la pregunta ¿Qué quiero? y jugando sin filtro con las respuestas! El Juego de Enfoque es un espacio de autoescucha que te invita a tener más de claridad sobre qué es lo que querés. Si querés saber más, escribinos a paspartucc@gmail.com

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